Estación de Penitencia

“llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo”.

(De la II carta de San Pablo a los Corintios)

LA ESTACIÓN DE PENITENCIA es un acto de culto piadoso que tiene por objeto acudir a un lugar   sagrado, en oración, sacrificio y austeridad, uniéndose a Cristo paciente en expiación de todos los pecados de los hombres y de los propios, procurando seguir a Cristo en su Pasión y Muerte, y participando de la situación penitencial de la comunidad cristiana.

Por lo tanto es un acto llamado a la conversión y a la realización del Misterio Pascual en nosotros mismos. También tiene una dimensión evangelizadora a través del conjunto de signos que la constituyen y de la actitud sincera de los penitentes, que en todo momento procurarán revelar el rostro de Dios a los hombres. Los hermanos vivirán este acto en unión íntima con Dios y como apóstoles de Cristo ante todo el pueblo cristiano (accede aquí al documento completo). 

En nuestra Cofradía, según nuestras reglas,  todos los hermanos estamos llamados cada Jueves Santo a dar público testimonio de su fe haciendo penitencia y saliendo en procesión, haciendo estación en la parroquia de la Purísima Concepción y en el Convento de las Hermanas de la Cruz, para adorar en ella a Nuestro Señor presente en la Eucaristía y regresar seguidamente a la Iglesia sede de la cofradía.

NUESTRA IDENTIDAD PENITENCIAL. El Arzobispado de Sevilla fue dictando los largo del siglo XVII una serie de edictos y cédulas que pretendían dirigir las formas y maneras de las procesiones, tanto para las hermandades de penitentes como para las de nazarenos. Legislación que pretendía corregir los abusos y desmanes que iban vaciando estas genuinas manifestaciones religiosas de su contenido espiritual primitivo. Así, con este fin, se prohibió a finales del siglo que se procesionará con túnicas, yendo entonces el clero de negro y los hermanos con trajes oscuros. Esto hizo que cuando, casi un siglo después, se volvió a salir con túnicas, muchas hermandades nazarenas cambiasen sus túnicas por el color negro. Por imitación o por devoción se fueron creando en el Arzobispado numerosas cofradías nazarenas durante los siglos XVII y XVIII (filiales al Nazareno de la metrópolis). La característica común a todas estas hermandades, y su gran aportación, fue el inédito modo procesional que imprimían, creando un ambiente de oración, serenidad y recogimiento, sin silicios, azotes, cadenas, dolor… . Era la modestia y el “silencio del cortejo” lo que llamaba la atención en sus desfiles por las calles de nuestros pueblos. La hermandad de la Misericordia recoge esta tradición ancestral de las cofradías de silencio y pretende perpetuarla en el devenir de lo siglos, para MAYOR GLORIA DE DIOS Y DE SU BENDITA MADRE LA VIRGEN MARIA.